Las tendencias de consumo y trabajo existentes ya antes de la pandemia no han hecho más que acelerarse, y lógicamente las tendencias empresariales se han alineado con ello.
El uso de internet sigue creciendo de manera rápida (el 80% de los ciudadanos de las seis principales economías de la región están conectados, con 84.1 millones de usuarios de internet en México) y las formas de trabajo también han cambiado sustancialmente. Se calcula que ha habido alrededor de 23 millones de personas teletrabajando en el segundo trimestre de 2020 en Latinoamérica. Buena parte de estas personas posiblemente no vuelvan a trabajar nunca más como antes, tendiendo hacia formas híbridas de trabajo que combinen el desplazamiento a un lugar físico con el teletrabajo desde casa.
Y todo esto, se ve reflejado en la estrategia empresarial fijada por los directores generales de las compañías latinoamericanas igual que en el resto del mundo. Hoy en día las prioridades de los máximos ejecutivos de las grandes compañías son fomentar el crecimiento en primer lugar, y todo lo relativo a tecnología en segundo lugar.
En este contexto de negocio, para ser exitosas, las organizaciones latinoamericanas deben ser excelentes en el uso de las nuevas tecnologías, y en la gestión del cambio que éstas provocan. Las compañías latinoamericanas deben invertir en nuevas tecnologías como palancas indispensables para acometer los retos que tienen alrededor de la necesidad de crecimiento, la mejora de la productividad, y algo a lo que últimamente estamos dando todos mucha más importancia, que es la capacidad de seguir operando pase lo que pase.
Lo primero que deben conseguir las compañías es saber adaptar sus modelos de negocio para aprovechar al máximo las posibilidades de las nuevas tecnologías. Hay que saber obtener el valor que tiene el poder atender a muchísimos más clientes con costes marginales mucho más bajos, la oportunidad que significa el poder hiper-personalizar las ofertas que les hacen a sus clientes, o cómo aprovechar los famosos efectos de red para fidelizar clientes.
Lo segundo es adoptar de manera contundente y prioritaria lo digital, diseñando la relación con sus clientes entendiendo que el primer y principal punto de contacto con ellos es a través de por ejemplo sus aplicaciones móviles, sitios web, o asistentes virtuales. Además, para que esto sea posible, el resto de la infraestructura de tecnologías de la información, la organización y los procesos de la compañía, tienen que estar alineados en este sentido. No vale tener la mejor aplicación móvil para atender al cliente si llega un momento en el que debe ir físicamente a una oficina para entregar un papel firmado de su puño y letra.
Pero el mundo físico no desaparece, sino que también se transforma con el uso de las nuevas tecnologías. El tercer punto a tener en cuenta para ser excelentes en el uso de las nuevas tecnologías es que se debe acompasar la adopción prioritaria de lo digital con el cambio en la experiencia física que le damos a los clientes. Las personas seguimos queriendo conducir un modelo de coche antes de adquirirlo, o probarnos ropa antes de comprarla, pero el cómo pedimos cita para ir al concesionario, el cómo se nos recibe en el punto de venta, o la adaptación de la información que se nos da sobre el producto, sí debe estar apoyada en el uso intensivo de nuevas tecnologías.
El cuarto punto es que es necesario asimilar e integrar en la organización otros cambios que las nuevas tecnologías están provocando. Así por ejemplo, el tratamiento de la seguridad informática no puede ser el mismo en un contexto en el que trabajamos desde casa sin estar directamente conectados a la red de nuestra empresa, debemos pensar en cómo garantizar el derecho al olvido que tienen nuestros clientes, o estudiar cómo nos afecta la regulación en este sentido.
Y el quinto y último punto para ser excelentes en el uso de las nuevas tecnologías, es atreverse. Atreverse a probar tecnologías y los modelos de negocio que habilitan. Hay que tener un ojo puesto en el presente, y otro en el futuro. Hay que estar abiertos a detectar lo emergente, experimentar con ello, y conseguir convertir el uso de una nueva tecnología en una ventaja competitiva antes que el resto.
Los líderes de las compañías latinoamericanas que usan de verdad las nuevas tecnologías como ventaja competitiva hacen cosas diferentes. Se permiten ser rupturistas, ser creativos, estar abiertos al cambio. Hacen foco en la visión de negocio, piensan en cómo el uso de cierta tecnología va a transformar la compañía, y sobre todo cómo va a afectar a empleados y clientes. Son capaces de formar equipos con buenos técnicos, pero también con buenos diseñadores, abogados, periodistas, marketeros, con variedad de backgrounds, puntos de vista, y experiencias vitales. Plantean los cambios en iteraciones, testando ideas, obteniendo lecciones en cada ola de cambio que les permite corregir el rumbo de manera sencilla y eficiente si es necesario. Están orientados a medir, para poder tomar decisiones en base a datos, no en base a percepciones o preferencias personales. Recompensan a sus equipos el aprendizaje, no sólo por el éxito, y por supuesto no penalizan el fracaso siempre y cuando se hayan obtenido lecciones en los tests que se hayan hecho. Y saben colaborar con el ecosistema. Trabajan con empresas como NTT DATA, con startups, con universidades, o incluso con competidores, para conseguir mejores resultados. El mundo de las nuevas tecnologías es demasiado dinámico y extenso como para pensar que una organización lo puede hacer todo por sí misma teniendo el talento adecuado.
Las compañías latinoamericanas deben ser excelentes en el uso de las nuevas tecnologías, creando nuevos modelos de negocio a los que van a llegar sólo a través de la exploración y de contar con equipos diversos integrados dentro de un ecosistema más amplio. Les animo a captar la oportunidad que todo esto significa.