Afortunadamente, la realidad que vivimos le ha quitado protagonismo a esta decisión. El desarrollo del talento implica ahora muchas más habilidades transversales, siendo el conocimiento tan solo una parte de todas las exigencias profesionales actuales y futuras. Así pues, el debate sobre las ciencias o las letras está obsoleto.
El conocimiento sobre el ser humano avanza al compás de la historia, evolucionando la psicología en paralelo y aportando así una visión completa sobre procesos psicológicos y emocionales que nos ayuda a determinar la experiencia de usuario o a diseñar modelos organizativos de recursos humanos.
Un artista puede contribuir con grandes aportaciones a la realidad virtual y aumentada, uniendo de esa forma estética y teoría al igual que un graduado en historia está capacitado para asesorar en el desarrollo de un videojuego ambientado en una época determinada; los lingüistas tendrán mucho que aportar en cualquier avance relacionado con la inteligencia artificial; los graduados en Ciencias de la Información contribuirán en la identificación de fuentes y en la comunicación; los filósofos en la gestión del conocimiento en las organizaciones, así como los graduados en Relaciones Laborales tendrán que diseñar un marco en el que podamos trabajar con hiperflexibilidad.
La importancia de los perfiles con humanidades, y aquí está el desafío, radica en cómo piensan los profesionales más que en las habilidades adquiridas.
Una licenciada en Historia en el universo del IoT
Eva Álvarez Guevara es licenciada en Historia con especialidad en Antropología Americana y gestiona al equipo de IoT Europa de everis. Su apuesta por las humanidades no fue un impedimento a la hora de acceder a su primer trabajo en consultoría. "En aquel momento no había perfiles especializados, por lo que mi incorporación a plantilla no supuso ningún problema, de hecho, fue precisamente durante esos años en los que comencé a programar por primera vez, llegando incluso a dirigir proyectos en los que me sentí realmente realizada”, recuerda.
Desde una edad temprana ya sentía cierta preferencia por la rama de las letras, inclinándose especialmente por la investigación, algo que le ha permitido poder ser flexible en otros campos. Sin embargo, en física y química fue una alumna buena por lo que sus preferencias nunca la mantuvieron alejada de las ciencias. Cultivó su pasión por la historia gracias a su profesora, aunque el hecho de que su padre fuera informático influyó en que estuviera familiarizada con la tecnología.
Actualmente, para Eva la historia es una afición. De hecho si tuviera que volver a elegir, con la experiencia que le han dado los años, seguramente su decisión hubiera sido otra. Aunque reconoce que hubo algunas ocasiones en la que sintió que se había equivocado, admite también que su actitud a la hora de afrontar la situación logró que aquella situación no se convirtiese en un drama.
La experiencia de Eva y de otros muchos profesionales nos enseña que hay que estar en movimiento y que, aunque la formación es un punto de partida necesario y relevante, en muchas ocasiones no debe ser determinante para condicionar toda una vida profesional. Si estudias algo a lo que finalmente no te quieres dedicar hay que buscar siempre otra opción. Una carrera no nos debería encasillar en un perfil determinado (obviamente existen excepciones, por ejemplo, relacionadas con el ámbito sanitario) porque existen capacidades y aptitudes intrínsecas en la propia persona que también van a ser valoradas.
La digitalización del mundo ha revolucionado la manera en la que accedemos al conocimiento, ofreciéndonos la oportunidad de formarnos durante toda nuestra vida. Por otra parte, la educación, la sanidad, el transporte, las telecomunicaciones, el sector financiero, tienen el desafío de satisfacer a un ciudadano con unas aspiraciones más allá de las económicas. Somos más emocionales de lo que creemos y eso nos hace tan impredecibles como lo es el futuro. Un futuro que no entiende de debates entre ciencias o letras.